martes, agosto 22, 2006

La fuerza

En realidad nadie sabía lo que estaba haciendo, solo luchaba por su libertad. Cada paso que daban la muerte se acercaba….
En nuestros planes se encontraba la toma del hospital Saturnino Lora, situado detrás del cuartel que representaba la segunda fuerza militar del Ejército del dictador Batista. Este era conocido como el Cuartel de Moncada.
Mi hermano, Rafael, fue el primero de todos en desaparecer del mapa. En ese entonces, ya no tenía mas fuerzas de seguir viviendo, y ese maldito rifle sin balas dejó que siga respirando. El asalto había sido un fracaso para todos. Éramos muy pocos, ELLOS muchos. No teníamos las suficientes armas para poder luchar.
Allí estaba, situado en el centro de la celda pensando en qué hermoso sería ver a mi Cuba libre. Muchos de mis compañeros fueron torturados y quemados en la hoguera. Hubiera deseado estar junto a ellos. Cada vez tenía menos fuerza y nada quería saber de continuar viviendo. Tenía mucha hambre, pero con la comida que nos daban no nos bastaba.
Un día la puerta de mi celda se abrió. Pensaba que iba a ser torturado, pero me llevaron junto a 19 personas de la guerrilla hacia un puerto.
Teníamos los ojos vendados pero con el olor a pescado y por el sonido de las olas, me percaté de que nos encontrábamos en las orillas del mar.
Me subieron a un barco. Habré estado allí una semana, sin comer y sin beber. Pasé todo el viaje preocupado pensando en qué iban a hacer con nosotros cuando lleguemos a ese destino incierto.
El martes, a mis otros compañeros y a mí, nos quitaron las vendas y nos tiraron a tierra de nadie.
De repente, Joaquín vió un cartel oxidado que apenas se podia leer “México”. Nadie podía creer que nos habían enviado hasta allí. Estábamos furiosos por aquel fracaso en Cuba, pero queríamos volver allí para intentarlo una vez más.
Al día siguiente, seis compañeros y yo nos apoderamos de un yate bastante pequeño para poder regresar a nuestra tierra y derrocar a Batista. Luis y Pedro se encargaron de conseguir más gente para luchar, pero solo pudieron conseguir cincuenta y cinco personas más.
Éramos en total aproximadamente ochenta y dudábamos de la posibilidad de llegar con aquél yate.
Hace cuatro días zarpamos de México. Humberto, que esta al mando del yate, dice que mañana vamos a llegar. Las condiciones de viaje son terribles. Ya fallecieron cincuenta hombres. No sé si voy a llegar vivo a Cuba. No tengo la suficiente energía, pero quiero dejar en claro de que me hubiese gustado mucho ver a mi país libre.



Edgar murió esa misma noche. Sus restos fueron sepultados en el Valle de Yumuri. Hay una placa en su memoria en el museo de historia de la Habana.

2 Comments:

At 11:00 p. m., Blogger DeboraProfe said...

Ezequiel:
El cuento es interesante desde el título y su relación con el desarrollo del texto. Lo desmerecen los errores gramaticales, especialmente los de concordancia. El punto de vista es sumamente interesante. Cómo pudiste incorporar los sentidos, a partir de los ojos vendados y la mención a olores y sonidos. Leelo con atención así podés corregirle los errores, que vale la pena.

 
At 11:00 p. m., Blogger DeboraProfe said...

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